A lo largo de este segundo módulo
del Posgrado de Especialización en Orientación Laboral aprendimos algo más
acerca de lo que se necesita y se exige para ser un buen orientador. Pero antes
de ponernos a analizar estos aspectos conviene ponerse a pensar, ¿Qué es la
orientación laboral? ¿Cómo la definimos? Quien no esté familiarizado con el término
probablemente diría que es la tarea de buscarnos un trabajo, de ayudarnos
a conseguirlo. Lo cierto es que tras toda la temática tratada estas últimas
semanas puedo decir que es algo mucho más que eso. De todas las definiciones
que se nos han presentado, me quedo con la siguiente: La orientación consiste
en intervenir ante la dificultad de las personas para encontrar empleo o para
mejorar o mantener su puesto de trabajo, ayudándoles a adquirir nuevas
competencias y proporcionándoles el apoyo necesario para que puedan revertir su
situación.
¿Qué competencias y funciones
debe poseer un orientador laboral? Algunas de ellas ya las he mencionado en la reflexión sobre el Marco conceptual de la Orientación laboral, pero conviene
ahora centrarse más en ellas:
- Debe tener capacidad analítica y diagnóstica: Un orientador debe saber seleccionar la información relevante para sí mismo y sus orientados. Además, si quiere tener éxito en su función orientadora debe poder determinar las competencias y habilidades de sus orientados, con el fin de buscarles una solución que se adapte mejor a su situación.
- Debe saber adecuarse a cada orientado. Se dice que cada persona es un mundo, por lo tanto cada orientado tendrá sus propias circunstancias personales que le diferencien de los demás. El orientador debe individualizar en cada persona, por lo que tendrá que ser una persona flexible para adaptarse a cada uno de ellos.
- Debe servir de apoyo para sus orientados. El orientador debe ser un elemento motivador, tratando de cambiar la posible visión pesimista que el orientado pueda tener sobre el mercado laboral. Para ello puede mostrarle las diferentes opciones que tiene, tanto a la hora de buscar trabajo como a la hora de seguir formándose, ayudando a adquirir nuevas competencias al orientado. Debe saber transmitir optimismo, sin dejar de lado la realidad. No obstante, esta función de apoyo no debe extralimitarse, el orientador debe enseñar a hacer las cosas, no tiene que hacerlas él. Se trata de dar al usuario capacidad de actuación, no crear un vínculo de dependencia.
- Como elemento de intervención en el mercado laboral, el orientador debe establecer relaciones con las empresas del mercado, para saber realmente que perfil demandan y asó poder concretar más las opciones de sus orientados a la hora de encontrar trabajo.
Pero para realizar con éxito sus
funciones el orientador debe dominar las competencias relacionadas con la
comunicación y las habilidades sociales.
A la hora de centrarse en cada
individuo, el orientado debe adecuarse a sus características personales. Por
tanto debe expresarse en un lenguaje entendible (tanto verbal como no verbal),
debe saber preguntar y sobre todo qué preguntar. No debe seguir la misma
estrategia comunicativa con todos los orientados, sino en función del usuario
establecer diferentes vías de actuación. Es vital que desarrolle una buena
escucha activa si pretende ayudar realmente a que sus orientados mejoren su
situación.
Pero el orientador debe poseer
otro tipo de habilidades. La comunicación no es una destreza que se pueda
dominar individualmente, sino que depende del desarrollo de otras competencias.
El comportamiento asertivo es un ejemplo de competencia social y un buen punto
de partida en la labor orientadora. El orientador debe entender sus ideas y las
de los demás y ayudar a sus orientados a hacer lo mismo. Para ello es necesario
también poseer un cierto grado de empatía, sin la cual la tarea de orientación
se complicaría en exceso. Debe ser capaz de hacer ver a los orientados sus
puntos fuertes y a saber valorarlos, al mismo tiempo debe enseñarles a
reinterpretar su situación, los puntos débiles realmente son ejes de
mejora, algo en lo que debemos enfocarnos para mejorar nuestra situación.
Pero aún hay un aspecto más a
tener en cuenta y que con el paso de los años ha ido cobrando más importancia y
no solo en el ámbito de la orientación laboral, sino en la vida en general: Las
competencias digitales. Estas ofrecen un amplio abanico de posibilidades a
explorar por los usuarios de la orientación laboral. Ofrece nuevos enfoques en
la búsqueda de empleo, en la formación, nuevas vías de comunicación y de
organización. Son tantos los contenidos y herramientas que ofrecen que puede
llegar a abrumar sino se enfocan de una manera adecuada. El orientador debe
zambullirse en este mundo digital y beneficiarse de las múltiples ventajas que
este ofrece. Llegar a dominar las herramientas digitales no solo beneficia al
orientador, sino que esto le proporciona capacidad para formar a sus orientados
en dichas herramientas, por lo que estos gozarán de nuevas vías para lograr sus
objetivos.
A modo de conclusión, me gustaría
acabar esta pequeña reflexión con una idea extraída de un libro recomendado por
Fernando Aguilar-Galindo Ávila en una de las sesiones impartidas, que bajo mi
punto de vista refleja una actitud, una forma de ver la vida que nos ayudaría a
todos en esta labor de orientación:
“Al hombre se le puede arrebatar
todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la
actitud personal que debe adoptar frente al destino – para decidir su propio
camino”
El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl
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